📚 A veces, ganar es perder

Una historia de ¿amor?

¿Por qué a veces es peor ganar que perder?

 

Esto es lo que aprendí viviendo en la ciudad universitaria de Salamanca.

 

No tiene que ver con alcohol y drogas, pero sí con amor.

 

¡Y desamor!

La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio, la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva”.

José Saramago

Verás. Viviendo allí conocí a una persona bastante peculiar.

 

Iba a la universidad y le gustaba tanto la historia como las mujeres.

 

Quería tanto a ambas, que sus aventuras amorosas, que no eran pocas…

 

Me las relataba mediante acontecimientos históricos.

 

- Tío, tío, llevo dos días llorando en mi cama – Me decía con una mueca extraña – Ya sabes, por Shiana.

 

Yo sólo le miraba.

 

Cuando hablaba, era como una de esas cosas que solo se disfrutan en silencio.

 

- Pues tío, ha sido algo así como una “victoria pírrica”. Sabes, ¿no?

 

Se rascó la cabeza frenéticamente y se sentó a mi lado en el sofá.

 

- Pirro fue algo así como un rey mercenario. Era descendiente de Alejandro Magno. – yo asentía – Pues el tío quería ser igual que él. Un rey guerrero, gloria, y todas esas cosas.

 

Agarró un trozo de pan de la mesa y se puso a desmigarlo en diferentes tamaños.

 

- El asunto es que otro rey le contrató para atacar Roma. Tío, no recuerdo quién fue, pero si fuera importante lo recordaría. Sabes, ¿no?

 

El tipo me miraba con los ojos bien abiertos, exaltados por su narrativa.

 

- La movida es que Pirro era un tipo listo, y Roma por entonces aún no era un Imperio. Estaba dividida. - decía mientras separaba sobre la mesa las migajas de pan. – Lo que quería era aprovechar este encargo para anexionarse los ejércitos de Roma y atacar con ellos Grecia.

 

Enfatizó esto último aplastando los trozos de pan con el puño.

 

- Tenía grandes planes – dije yo en un susurro, como temiendo interrumpir.

 

- ¡Eso es! – Dijo emocionado – Me entiendes, ¿no? Un tipo grande.

 

Yo asentía, serio, pues estaba muy metido dentro de su historia.

 

- Pues Pirro atacó Roma con +20.000 hombres y no sé cuántos elefantes.

 

- ¿Elefantes?

 

- ¡Elefantes tío! Bichos grandes y grises y fuertes y mortales. Pues ganó. Sabes, ¿no? Pirro ganó. Un grande. Pero quedó dañado.

 

Hizo un parón para comerse unas pocas migajas de pan.

 

- ¿Sus mejores hombres? ¡Pum! – Golpeó la mesa - ¿Sus mejores jinetes? ¡Pum! – Golpeó la mesa – Así que intentó forzar una tregua. Pero los romanos no se rinden tío. No se rinden, porque son romanos.

Hizo otro silencio para juntar el resto de migajas en una única bola de masa.

 

- Pirro – continuó, poniendo frente a mi cara aquella bola – juntó todas sus fuerzas para un segundo ataque. ¿Y sabes qué?

 

- Los elefantes – dije

 

- Los elefantes. Ganó de nuevo. Pero, ¿a qué precio? – Se metió en la boca aquella bola - Sug tropag egtaban cangadag o muertag. – Tragó – Él también estaba herido y los recursos escaseaban. Sabes, ¿no?

 

Contesté que sí con la cabeza, intuía que al fin me hablaría de Shiana.

 

- Pues tío, Pirro les dijo a sus hombres que, si ganaban otra batalla, estarían arruinados y jodidos…

 

Por eso a los triunfos que acaban siendo derrotas se les llama “victorias pírricas”, recuerdo pensar.

 

- Creía que Shiana sería la mujer de mi vida – continuó – ¡Joder, fueron ocho meses intensos! Parecía que nos hacíamos más fuertes con cada pelea. Pero, con cada una mi autoestima era pisoteada un poco.

 

- Como si unos elefantes te pisaran el cuello – dije mientras me agarraba el cuello como una pinza.

 

- Sabes, ¿no? – Me copió el gesto, con mirada triste – Malditos elefantes.

 

Se levantó y marchó. Yo me quedé pensando. Aun con la mano en el cuello.

 

Tres días después mi amigo conoció a otra chica. En poco harán dos años…

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"Las 33 estrategias de la guerra", por Robert Greene


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