📚 Aconsejadores crónicos

El trastorno que sufrimos casi todos

¿Por qué no debes dar consejos cuando alguien te cuente un problema?

No siempre tienes que tener una respuesta. A veces, solo escuchar basta”.

Bryant McGill

“Ayer me volvió a insultar. Estábamos de fiesta, y al verme hablar con unos amigos, entre que había bebido y que es muy celoso…”

Mi cara al escucharla era un poema. Decimosexta vez que mi amiga y su novio discutían ese mes.

Amiga, date cuenta.

Pero me tenía que callar. Porque hay algo que odio aún más que las relaciones tóxicas:

Los aconsejadores crónicos.

Sé que sabes de lo que hablo.

Ese amigo que a los 3 segundos de contarle un problema te ha hecho un informe paso a paso de cómo debes actuar.

Así, sin necesidad de escuchar la historia. Problema resuelto.

Si sufres de este trastorno o conoces a alguien que lo haga, tengo algo que decirte:

1. Aunque lo hagas con buena intención, no ayudas. Solo interfieres en buscar buenas soluciones.

2. No nos gusta. Cuanto más lo hagas, peor me caerás.

Pero vayamos paso a paso.

¿Por qué tenemos ese impulso de dar nuestra opinión? ¿Y por qué necesitas eliminarlo?

El aconsejador crónico es como el diabético: se puede presentar de varias formas, dependiendo de por qué su cabeza le pida gritar su opinión.

Aconsejador tipo A: el líder

Siente que tiene que mostrar constantemente su valor, tener siempre las respuestas correctas.

Solo así el resto de seres humanos le respetará y seguirá.

Tipo B: el moralista

Este es más tímido. Solo te dirá cómo actuar porque siente que es su deber moral hacerlo, ya que es el único que conoce la respuesta a tu problema.

Tipo C: el controlador

Cuidado. Es el peor de todos; necesita convencerte de que lleves el orden a tu vida y no la sumas en el caos.

Por eso debes actuar siempre como él indica y copiar cada paso que da en su vida. Es tu única salvación.

Ahora bien, seas del tipo que seas, necesitas curarte. Lo primero, porque la mayoría de tus consejos están equivocados.

¿Cuántas veces sabemos la historia completa antes de opinar? Pocas.

La mayoría aconsejamos sobre una base incompleta, lo que conduce a soluciones que no solucionan.

Lo segundo, porque a ti también te afecta. Sentir que debes salvar a todos es agotador.

Y lo tercero: porque cuando contamos un problema, lo primero que queremos es desahogarnos. Ya lo solucionaremos más tarde.

“Muy bien, pero ¿cómo curarme?”

Fácil, escuchas y callas. Preguntas si quieren tu opinión en vez de lanzarla.

No eliminarás esa voz que te dice “ayúdale”, pero sí harás más felices a los que te rodean.

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"The advice trap", por Michael Bungay Stanier


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