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📚 Lo que aprendí de un ermitaño
El hombre que pasó 27 años solo
¿Qué es la soledad estratégica y en qué se diferencia del aislamiento?
“En medio del caos de la multitud, la soledad se convierte en un refugio para la reflexión”.
Se había cansado. Solo tenía 20 años, pero ya estaba harto de la sociedad.
Condujo su coche hasta una zona remota, dejó las llaves en el contacto y se adentró en el bosque para desaparecer.
Esta es la historia de Christopher Thomas Knight, el hombre que vivió casi tres décadas solo.
En ese tiempo, su único contacto humano fue en una ocasión, al encontrarse con un excursionista y decir “hola”.
Cuando leí su historia sentí emociones contradictorias. Por un lado, admiraba su valentía y determinación, pero por otro me preguntaba: ¿cómo demonios aguantó estando solo?
Si yo apenas sobrevivo a un domingo sin planes.
La respuesta es sencilla: porque Christopher no se sentía solo. Porque no es lo mismo sentirlo que estarlo.
De hecho, los introvertidos cuando más solos se sienten es en medio de la multitud.
Por eso debemos comenzar a diferenciar entre dos términos: aislamiento y soledad estratégica.
El aislamiento es uno de los mayores dolores del ser humano. Ese sentimiento de que no encajas, no importas y nadie echa de menos tu presencia.
Se me ponen los pelos de punta solo de pensarlo.
En cambio, la soledad estratégica no es un conflicto sino una conquista. Porque todos necesitamos tiempo para conectar con nosotros mismos.
Mientras el primero es causa de todas las enfermedades físicas y mentales que caben en un manual, el segundo es positivo. Te recarga las pilas.
“Bien, entonces ¿cómo reduzco el aislamiento y aumento la soledad estratégica?”
Entremos en el terreno de la ciencia. Según varios estudios, la causa principal de sentirnos solos es no aceptar nuestras necesidades sociales.
O en cristiano: intentamos actuar como los populares de la clase cuando muchos somos menos sociales que un lápiz.
No todos somos extrovertidos, ni hacemos amigos con cruzar solo dos frases. Tampoco necesitamos el mismo tiempo social que los demás.
El primer paso es aceptarlo. Y si no te gusta, siempre puedes formarte y convertirte en ese “yo ideal”. Pero no te impongas serlo a martillazos porque solo puede salir mal.
Y el segundo: igual que con tus amigos, reserva momentos para hacer planes a solas. Ir al cine, dar un paseo o simplemente leer en la cama.
Elige la soledad por un rato. Porque cuando lo haces, cuando te regalas tiempo y atención, tu relación con el mundo cambia.
Ah, y un último consejo.
Si decides convertirte en un ermitaño de bosque como Christopher… Llévate comida. No acabes, como él, detenido por más de 1.000 robos.
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"El poder de los introvertidos", por Holley Gerth
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