- Libro al Día
- Posts
- 📚 Solo 90 segundos
📚 Solo 90 segundos
La diferencia entre una emoción real y una recordada
✨ Resumen en una frase
“La verdadera grandeza está en ser capaz de dominarse a uno mismo".
🧠 El secuestro de la amígdala
¿Cuál fue tu última gran discusión?
No me refiero a esa peleilla con tu pareja sobre a qué restaurante ir a comer, no.
Más bien al último enfado que te hizo soltar fuego por la boca.
Recuerda la ira que sentiste, cómo te amargó durante el resto del día. Incluso puede que aún te enciendas al pensarlo.
Pero… Te seré sincero: si desde esa discusión ya han pasado dos minutos, la culpa de estar enfadado es solo tuya.
A tu cerebro ya se le olvidó hace rato.
Te explico:
Justo detrás de cada nervio óptico con el que ahora estás leyendo tienes un órgano del tamaño de una almendra.
Se les llama amígdalas, y son las encargadas de procesar y recordar nuestras reacciones emocionales.
Pura supervivencia.
Así la segunda vez que un tigre corra hacia nosotros no tenemos que decidir cómo sentir, pensar y actuar; solo recordamos la vez pasada y actuamos igual.
Como lo que hace nuestro sistema inmunitario con las vacunas.
Pero esta reacción instintiva no es eterna, de hecho solo dura 90 segundos.
Ese es el tiempo que, ante un peligro (un tigre, una discusión), nuestras amígdalas sacan el manual y nos dicen cómo debemos actuar.
Enfádate. Intenta huir. Siente ganas de llorar.
A partir de ahí… Nada.
Si fuéramos robots y pudiéramos activar el modo “no pensar”, todos nuestros cabreos durarían alrededor de minuto y medio.
Pero como somos humanos lo rumiamos.
Rememoramos una y otra vez la discusión, llamando a la puerta de las amígdalas para que activen el instinto emocional y poniendo el contador de 90 segundos, nuevamente, a 0.

⏱️ Conquista tu centro emocional
La realidad es que todo lo que sintamos tras un minuto y medio de la acción es culpa nuestra.
Somos nosotros quienes pedimos a la amígdala estar mal. Cuando se lo cuentas a tu amigo por WhatsApp, cuando de camino al trabajo no lo paras de pensar.
Le estás diciendo a tu amígdala: aquí vamos otra vez, activa el recuerdo emocional.
Como cerdos revolcándose en el barro y luego quejándose de oler mal.
Ha llegado la hora de asumir la responsabilidad y tomar nuestro control emocional.
Por eso, la próxima vez que se te presente un peligro u obstáculo en tu día, tendrás dos opciones:
Quedarte como estás, eligiendo revolcarte durante horas en tu instinto emocional.
Dejarlo marchar, eligiendo que, tras 90 segundos, no te volverá a afectar.
En caso de que elijas la segunda opción y teniendo en cuenta que (aún) no somos robots… ¿Cómo hacer para dejarlo de rememorar?
Lo principal: observar. Muchas veces volvemos al pasado sin darnos cuenta; cuando eso suceda, para y piensa: “vale, ya está. A otra cosa”.
Si aún así ves que te cuesta, lo más sencillo es darte otra cosa en la que pensar.
Realiza alguna actividad que te exija mucho esfuerzo mental, ya sea ponerte a trabajar o salir a hacer tu deporte favorito.
Puede que al principio te resulte difícil, y es normal. Recuerda: la práctica hace al maestro.
Cuanto más lo entrenes día a día más dueño serás de tu estabilidad emocional.


"Conecta", por Amy Gallo

¿Te reenviaron este correo? Regístrate aquí para recibirlos directamente.